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POLÍTICA DOMÉSTICA 33

«Pues si todo es verdad»—se nos dirá-«:¿qué va á ser del grande y bello principio de la igualdad en el matrimonio?»

Pero ¿de qué igualdad se quiere hablar? ¿De la igualdad política? Según suele practicarse, no es en- vidiable para la esposa del ciudadano. ¿De la igual- dad civil? ’Asunto es de leyes, y á los jurisconsul- tos atañe discutirlo. De la igualdad de mando? Ya hemos visto que no es posible, porque si en una so- ciedad no hay acuerdo constante, es indispensable que haya una voz decisiva. En fin, ¿de la igualdad moral? Esta es evidentemente la verdadera con- dición de toda familia dichosa, y puede conciliarse con la desigualdad del mando: la supremacia que éste supone, está suficientemente compensada con la soberanía indirecta é insensible que la mujer ejer- ce por el corazón y en los mil pormenores de la vida.

Hé aquí como podemos expresar el progreso que el cristianismo ha introducido en las relaciones con- yugales: el marido no es ya señor y amo de su mu- jer, sino jefe de la familia: la mujer no es esclava, sierva ni súbdita de su marido, sino su subordinada en el orden del derecho, sin dejar de ser su igual en el orden moral.