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casa, y, por consiguiente, que puedan engañarse á veces y exagerar demasiado los gastos. La afición al lujo puede conducir más allá de los límites de la razón á las que tienen la desgracia de ser poco re- flexivas; pero una prudente firmeza del marido po- drá impedir semejantes excesos, ora ilustrando á la: mujer acerca de los recursos de que puede disponer, ora, si este medio es insuficiente, haciendo interve- nir oportunamente su autoridad como jefe de la familia.
La esposa estarzi constantemente respetada en la familia y en la sociedad, mientras pueda cubrirse ai los ojos de todos con el manto del respeto que su esposo le guarde; procure, pues, ser siempre digna de la més distinguida consideracién de él, y nun- ca olvide que en muchas circunstancias ella es responsable de la felicidad de su familia.
«Manifieste la esposa—dice un escritor distingui- do—«1a dulzura, la prudencia y la exquisita sen- sibilidad de que á su sexo ha dotado la naturale- za; corresponda al amor que en ella ha puesto su esposo, considerándola como centro de la más pura felicidad, y haga que á su lado encuentre él siempre satisfacción y alegría en la prosperidad, consuelos en los rigores de la desgracia, estimación en todas las situaciones de la vida.
«Siendo discreta, delicada y decorosa en todas
