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POLÍTlCA DOMÉSTICA 57

sure á depositar el peso de sus tristezas en elcora— zón de su madre? ¿Nos asombraremos de que bus- que un terreno firme, Cuando ve que se arruinan los palacios que ha construido en sus sueños dorados? Considerando en este punto de vista la cuestión, no nos sorprenderá que se nos acuse de crueles, si deci- mos que Conviene recibir con calma y prudencia esa reacción de la ternura filial, y no abandonarse á ella sino con gran reserva.

Son pocas las mujeres que no ven en ese sentimien- to el más inocente consuelo para las amarguras de la vida conyugal; pero fundan esta idea en una inexac- ta apreciación de los deberes de su posición en la familia.

Cuando se casa una joven, entra, por decirlo así, en un mundo que ella debe aceptar cordial- mente, dándole lugar preferente, tanto en sus afectos como en sus pensamientos; mas no todas las ma- dres se resignan con buena voluntad á ocupar un lugar secundario en el corazón de sus hijas, porque, como los sentimientos de nuestra. naturaleza no carecen de imperfecciones, hay debilidades que el