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POLÍTICA DOMÉSTICA 63

domésticas y sus secretos sean entregados á la ma- levolencia de personas extrañas; y cuando ha ad- quirido lo convicción de que no tiene en su mujer un confidente discreto, hácese desconfiado y com- pletamente impenetrable. Tal es su venganza, y preciso es confesar que no hay derecho de quejarse de una reserva que la prudencia más vulgar exige, y que puede justificarse con sólidas razones.

Es verdad que la expansión parece ser una necesi— dad imperiosa en la generalidad de las mujeres; pero ¡reflexionen sobre los inmensos inconvenientes que lleva en pos de sí esa facilidad con que en muchas ocasiones dejan ver el fondo de su cora- zón!

Las consecuencias de semejante ligereza no son menos funestas, cuando se trata de quejas motiva- das por los hijos; pues el público, que fácilmente recibe ciertas impresiones, toma acta minuciosa de las confidencias dictadas por una irritación pasaje- ra, y conserva memoria demasiado fiel de las apre- ciaciones que le parecen más exactas que las que podían llegarle por otro conducto. Así acontece, frecuentemente, que madres indiscretas comprome- ten el porvenir de sus hijos.

Como un gobierno bien organizado necesita guardar reserva inviolable, respecto de algunos asun- tos, así el hogar doméstico ha de tener también sus