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70 POLÍTlCA DOMÉSTICA

En las familias antiguas, los padres tenían apar- tados de sí á sus hijos, aun siendo éstos por todo ex- tremo sumisos y respetuosos; de lo cual resultaba en las relaciones habituales un penoso sentimiento de frialdad, consecuencia ordinaria del constante descenso así producido en el termómetro de los afec- tos. Aquellos hijos cumplían bajo el imperio del temor los deberes que hubieran debido llenar por impulso del amor filial.

En nuestra época, el padre de familia, en vez de reducir prudentemente aquella excesiva distancia, la ha casi anulado, salvo raras excepciones. Querien- do que para él su hijo llegue a ser el mejor amigo, no ha tenido bastante previsión para comprender que esta condición moral, llena de seductoras ilusiones, no puede establecerse sino mediante cierta igualdad tan enojosa por sus resultados, que no permite obte- ner, en caso de necesidad, los miramientos y la su- misión que entonces no son de esperar de los senti- mientos afectuosos ni aun de la gratitud.

La autoridad paterna está harto comprometida por ciertos hábitos y costumbres, y es, ordinariamente, de aplicación dificilísima.

Asunto es este, respecto al cual existe una verdad muy amarga, y es necesario tener el valor de expre- sarla: la insubordinación va difundiéndose: desde la familia, se ha deslizado á la sociedad; son muchos