POLÍTICA DOMÉSTICA 83
ga un momento en que caen las frágiles barreras que habían sido consideradas como insuperables, y se experimenta demasiado tarde el arrepentimiento de haber debilitado en los hijos la veneración que en todas circunstancias deben tener al jefe de la familia.
La madre que conoce la extensión y la sublimidad de sus deberes, procura no sólo impedir todo disgus- to entre su marido y sus hijos, sino también estable- cer unión sincera y cordial entre los mismos hijos. Este resultado no es fácil de obtener, porque, ordina- riamente, las mujeres disimulan con gran dificultad sus preferencias, y porque toda predilección de este género, por poco que se manifieste, compromete gra- vemente la imparcialidad materna y engendra pre- venciones inextinguibles.
Semejante dificultad es una de las más considera- bles que una madre puede encontrar. ¡Es tan na- tural que los hijos afables, respetuosos, sumisos, inte- ligentes y actiyos sean preferidos á los insubordina- dos, audaces, lerdos y perezosos que no se inquietan porlo presente ni se manifiestan cuidadosos por lo porvenir! Desgraciadamente, los que menos se dis- tinguen por sus cualidades morales é intelectuales sue-