una turca soberana. Agarrándose de las paredes, pudo á las diez de la noche volverá su taller, cogió pedernal, eslabón y pajuela, y encendiendo una vela de sebo se arrojó vestido sobre la cama.
A media noche despertó. La mortecina luz despedía un extraño refle jo sobre el esqueleto colocado á los pies del lecho. La guadaña de la Parca parecía levantada sobre Baltasar.
Espantado y bajo la influencia embrutecedora del alcohol, desconoció la obra de sus manos. Dió horribles gritos, y acudiendo los vecinos comprendieron por la incoherencia de sus palabras la alucinación de que era víctima.
El gran escultor peruano murió loco el mismo día en que terminó el esqueleto, de cuyo mérito artístico habian aún con mucho aprecio las personas que en los primeros años de la independencia asistieron á la procesión de Jueves Santo.