cosa es que, antaño como hogaño, protestar es perder el tiempo y malgastar saliva, y que el que tiene en sus manos un cacho de poder, hará mangas y capirotes de los que no nacimos para ser gobierno, sino para ser gobernados.
No hubo santo que le valiese, y el mancebo fué á la cárcel.
¿Les parece á ustedes que su delito era poca garambaina?
«Cómo! ¿Así no más se pasa un mozalbete por la calle, muy cuellierguido y sin quitarse el sombrero ante la autoridad? ¡Qué! ¿No hay clases, ni privilegios, ni fueros y todos somos unos?» Tal era el raciocinio que para su capa hacía el de Santolalla.
Aquel desacato clamaba por ejemplar castigo. Dejarlo impune habría sido democratizarse antes de tiempo.
Los poderosos de esa época eran muy expeditivos para sus fallos. A la mañana siguiente sabíase en todo el Cuzco que al mediodía iba á sa lir D. Gabriel, caballero en un burro y con las espaldas desnudas, para recibir por mano del verdugo una docena de azotes, en el mismo sitio de la plaza donde la víspera había tenido la desdicha de tropezar con su rival y la desvergüenza de no saludarlo.
Los amigos del difunto Mancio Sierra se interesaron por el hijo, y llegó la hora fatal y nada alcanzaban los empeños, porque D. Cosme seguía erre que erre en llevar adelante el feroz y cobarde castigo.
D. Gabriel estaba ya en la calle, montado en un burro semitísico y acompañado de verdugo, pregonero y ministriles, cuando llegó un escribano con orden superior aplazando la azotaina para el siguiente día.
Era cuanto los amigos hablan podido obtener del irritado gobernador.
El joven Leguizamo, al informarse de lo que pasaba, dijo con calma: —Ya me han sacado á la vergüenza, y lo que falta no vale la pena de volver á empezar. El mal trago pasarlo pronto. Puesto en el burro....aguantar los azotes. ¡Arre, pollino!
Y espoleando al animal con los talones, llegó al sitio donde el verdugo debía dar cumplimiento á la sentencia.
III
Tal es el origen del refrán que algunos cambian con este otro: Puesto en el borrico, igual da ciento que ciento y pico.
Tres meses después, pasando al mediodia D. Cosme García de Santolalla por el sitio donde fué azotado D. Gabriel, éste, que se hallaba en acccho tras de una puerta, lo acometió de improviso, dándole muerte á puñaladas.
Los vecinos del Cuzco auxiliaron al joven para que fugase á Lima,