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Página:Tradiciones peruanas - Tomo II (1894).pdf/48

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Tradiciones peruanas

—Déjese de murmuraciones, Gil Menchaca, que la justicia es justicia y sabe lo que se pesca: y no por dar suelta á la sin pelos, tenga usarced el aperreado fin de D. Martín de Robles, que no fué ningún rapabolsillos, sino todo un hidalgo de gotera, y que finó feamente por burlas que dijo del virrey marqués de Cañete—contestó el pasamanero, que era un catalán cerrado, —Pues yo, Sr. Montufar, no dejo que se me cocinen en el buche las palabras, y largo el arcabuzazo y venga lo que viniere; y digo y repito que no es justo penar de muerte los pecados de amor.

—Buen cachidiablo será el tal condenado..... De fijo que ha de ser peor que un cólico miserere.

—¡Quedo, Sr. Montufar! Alonso Godínez es honrado y bravo á carta cabal.

—Y con toda su honradez y bravura, eche usarced por arriba ó eche por abajo—insistió el catalán,—una picara hembra lo trae camino de la horca.

—Keniego de las mujeres y de los petardos que dan! La mejorcita corta un pelo en el aire. Mal haya el bruto que se pirra por ellas! Yo lo digo, y firma el rey.

—No hable el Sr. Gil Menchaca contra las faldas, que mal con ellas y peor sin ellas, ni chato ni narigón; y vuesa merced con toda su farándula es el primero en relamerse cuando tropieza con un palmito como el mío—dijo terciando en el diálogo una graciosa tapada, más mirada y remirada que estampa de devocionario.

El andaluz guiñó el ojo, diciendo: Viva la sal de Linia! ¡Adiós, manojito de claveles: ;Folgad, gallinas, que aquí está el gallo!

«A tus labios rosados, niña graciosa, van á buscar almíbar las mariposas.» Y se preparaba á echar tras la tapada, cuando el oleaje del populacho y un ronco son de tambores y cornetas dieron á conocer la aproximación de la fúnebre escolta.

Un hermano de la cofradía de la Caridad se detuvo frente al grupo, pronunciando estas fatídicas palabras con un sonsonete gangoso y particular, —Hagan bien para hacer bien por el alma del que van á ajusticiar!....

Tome, hermano—gritó Gil Menchaca echando dos columnarias en el platillo de las ánimas, generosidad que imitaron los del grupo.—¡Pues