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Página:Tradiciones peruanas - Tomo II (1894).pdf/58

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Tradiciones peruanas

Los caballeros de las cuatro órdenes militares españolas que existieron en el Perú por aquel siglo, gastaron el oro y el moro. Eran estas órdenes las siguientes: La de Santiago, fundada en 848 por el rey D. Ramiro, en memoria de la batalla de Clavijo. La encomienda de esta orden es una espada roja en forma de cruz, que imita la guarnición ó empuñadura de los aceros usados en esa época.

La de Calatrava, instituída en 1158 por el rey D. Sancho III. La insignia era cruz de gules cantonada.

La de Alcántara, fundada en 1176 por D. Fernando II. La cruz de los caballeros era idéntica á la de los de Calatrava, diferenciándose en el color, que es verde.

La de Montesa, fundada en 1317 por D. Jaime

II

de Aragón. La encomienda era una cruz llena de gules.

El jesuíta limeño Menacho, de universal renombre; su famoso compañero el padre Alonso Mesía, muerto en olor de santidad; el agustino Calancha que, como cronista, es hoy mismo consultado con avidez; el canónigo D. Carlos Marcelo Corni. que fué el primer peruano que ciñó mitra; Villarroel que, andando los tiempos, debía también ser obispo y autor de excelentes libros, y otros sacerdotes de mérito no menor fueron los predicadores designados para las fiestas.

Quince días de procesiones, calies encintadas, árboles de fuego, mojigangas, toros, sainetes é incesante repique de campanas: quince días de aristocráticos saraos, y en los que las limeñas lucieron millones en trajes y pedrerías: quince días en los que se iluminó la ciudad con barriles de alquitrán, iluminación que, para la época, valia tanto como la del moderno gas: quince días en que el fervor religioso rayó en locura, y..... pero ¿á qué meterme en descripciones? Quien pormenores quiera, échese á leer un libro publicado en Lima en 1618 por la imprenta de Francisco del Canto, que lleva por título: Relución de las fiestas que á la Inmaculada Concepción de la Virgen Nuestra Señora se hicieron en esta ciudad de los reyes del Perú, etc. Su autor es nada menos que el ilustre D. Antonio Rodríguez de León Pinelo, catedrático de derecho cesáreo y pontificio y una de las más altas reputaciones literarias del siglo XVII.

Entre las muchas comparsas que en esos días recorrieron las calles de la ciudad, fué la más notable una compuesta de quince niñas, todas menores de diez años é hijas de padres nobles y acaudalados. Iban vestidas de ángeles, con tuniquilla de raso azul y sobre ella otra de velillo de plata, ostentando coronitas de oro sembradas de perlas, rubíes, zafiros, diamantes, esmeraldas y topacios. Cada angelito llevaba encima un tesoro.