bofetada abierta, si necesario fuese, para lo cual aguardaré en vigilia en este palenque, sin yantur ni beber, hasta que Febo esconda su rubia caballera. El judío que sea osado, que venga, y me encontrará firme mantenedor de la empresa. ¡Santiago y Castillal.... [Santiago y Galicia!....
¡Santiago y León!....
Dijo, y arrojó sobre la arena de la plaza un guantelete de hierro.
El pueblo, que no esperaba esta pepitoria de los romancescos caballeros andantes, vitoreó con entusiasmo. Ni que el campeón hubiera sido otro Pentapolín, el del arremangado brazo.
Al decir de la Inquisición, Lima era entonces un hervidero de portugucses judaizantes, y barrúntase que contra ellos se dirigía el reto del campeón de la Virgen. Pero los descreídos portugueses maldito el caso que hicieron del pregón y se estuvieron sin rebullirse, como ratas en un agujero acechado por un micifuz.
D. Juan Manrique permaneció ojo avizor sobre las cuatro esquinas de la plaza, esperando que asomase algún malandrin infiel á quien acometer lanza en ristre. Pero sonaron las seis de la tarde, y ni Durandarte valeroso, ni desaforado gigante Fierabrás, ni endriago embreado, ni encantador fo llón se presentaron á recoger el guante.
El dogma de la Inmaculada Concepción quedaba triunfante en Lima, y mohinos los pícaros portugueses que sotto voce lo combatían.
D. Juan Manrique se volvió á su casa acompañado de los vítores populares.
Desde ese día quedó bautizado con el mote de El caballero de la Virgen.
AL HOMBRE POR LA PALABRA
Estando á lo que dice un abultado manuscrito que con el título de Dudas legales existe en la Biblioteca de Lima, era doña Ana de Aguilar, allá por los buenos tiempos del virrcy príncipe de Esquilache, una viuda bien laminada, con unos ojos que, por lo matadores, merecían ir á presidio, y que cargaba con mucha frescura la edad de Cristo nuestro bien, Ganosa vivía doña Ana de cambiar tocas y cenojil de luto por las galas de novia, y reemplazar el recuerdo del difunto con una realidad de carne y hueso. Pero era el caso que, aunque muchos mirlos la cantaban