TRASLADO Á JUDAS
CUENTO DISPARATADO DE LA TÍA CATITA Que no hay causa tan mala que no deje resquicio para defensa, es lo que querían probar las viejas con la frase: «Traslado á Judas.» Ahora oigan ustedes el cuentecito: fjense en lo substancioso de él y no paren mientes en pormenores; que en punto á anacronismos, es la narradora anacronismo con faldas.
Mucho orden en las filas, que la tía Catita tiene la palabra. Atención y mano al botón. Ande la rueda y coz con ella.
Han de saber ustedes, angelitos de Dios, que uno de los doce apóstoles era colorado como el ají y rubio como la candela. Mellado de un diente, bizco de mirada, narigudo como ave de rapiña y alicaído de orejas, era su merced feo hasta para feo.
En la parroquia donde lo cristianaron púsole el cura Judas por nombre, correspondiéndole el apellido de Iscariote, que, si no estoy mal informada, hijo debió ser de algún bachiche pulpero.
Travieso salió el nene, y á los ocho años era el primer mataperros de su barrio. Á esa edad ya tenía hecha su reputación como ladrón de gallinas.
Aburrido con él su padre, que no era mal hombre, le echó una repasata y lo metió por castigo en un barco de guerra, como quien dice: «anda, mula. pierdete ▸ El capitán del barco era un gringo borrachín, que le tomó cariño al pilluelo y lo hizo su pajecico de cámara.