— Y entonces, pedazos de cangrejo, ¿cómo fallan sin oirlo? ¿No saben vucsas mercedes que las apariencias suelen ser engañosas?
¡Por Abrahain, que tiene razón el extranjero!—exclamó uno que dicen que era regidor del municipio.
—¡Que se corra traslado á Judas!
—Pues yo soy Judas.
Estupefacción general. Pasado un momento gritaron diez mil bocas: —Traslado á Judas! ¡Traslado á Judas!; Sí, sí! ¡Que se defienda! ¡Que se defienda!
Restablecida la calma, tosió Judas para limpiarse los arrabales de la garganta, y dijo: —Contesto al traslado. Sepan vuesas mercedes que en mi conducta nada hay de vituperable, pues todo no es más que una burleta que les he hecho á esos mastuerzos de Anás y Caifás. Ellos están muy sí señor y muy en ello de que no se les escapa Jesús de Nazareth. ¡Toma tripita!
¡Flojo chasco se llevan, por mi abuela! A todos consta que tantos y tan portentosos milagros ha realizado el Maestro, que naturalmente debéis confiar en que hoy mismo practicará uno tan sencillo y de pipiripao como el salir libre y sano del poder de sus enemigos, destruyendo así sus malos propósitos y dejándolos con un palino de narices, gracias á mí que lo he puesto en condición de ostentar su poder celeste. Entonces sí que Anás y Caifás se tirarán de los pelos al ver la sutileza con que les he birlado sus monedas en castigo de su inquina y mala voluntad para con el Salvador. ¿Qué me decís ahora, almas de cántaro?
—Hombre, que no eres tan pícaro como te juzgábamos, sin dejar por eso de ser un grandísimo bellaco—contestó un hombre de muchas canas y de regular mello que era redactor en jefe de uno de los periódicos más populares de Jerusalén.
Y la turba, después de oir la opinión del Júpiter de la prensa, prorrumpió en un: «Bravo! ¡Bravo! ¡Viva Judas!» Y se disolvieron los grupos, sin que la gendarmería hubiese tenido para qué tomar cartas en esa manifestación plebiscitaria, y cada prójimo entró en casita diciendo para sus adentros: —En verdad, en verdad que no se debe juzgar de ligero. Traslado á Judas.