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Página:Tradiciones peruanas - Tomo II (1894).pdf/74

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Tradiciones peruanas

gaminos viviendo como un hortera plebeyo tras de un mostrador. Nuestro minero le volvió la espalda, murmurando: «Si tan caballero, ¿por qué tan pobre? Y si tan pobre, ¿por qué tan caballero?» En su manera de practicar la caridad había también mucho de original.

Durante los días de semana santa acostumbraba Quirós sentarse por dos horas en el salón de su casa, rodeado de sacos de plata y teniendo en la mano una copa de metal, la cual metía en uno de los sacos, y la cantidad que en ella cupiera la daba de limosna á cada pobre vergonzante que se lo acercaba en esos días. Supongo que aquella casa estaría más concurrida que el jubileo magno.

Con personas de otro carácter que iban donde él á solicitar un donativo, empleaba un curioso expediente. En un cuarto tenía multitud de cajones clavados en la pared. Las dimensiones de ellos eran iguales, y en cada uno podía encerrarse holgadamente un talego de á mil. Quirós ponía en algunos toda esta suma, y en los demás la iba proporcionalmente disminuyendo hasta llegar á un peso. Todos los cajones estaban numerados; y cuando D. Antonio tenía que habérselas con uno de los llamados hoy pobres de levita y que entonces se llamarían pobres de capa larga, conducíalo al cuarto, diciéndole: —Escoja vuesa merced un número, y..... ¡qué Dios se lo depare bueno!

IV

ENTRE COL Y

COL.....

Entro los manuscritos de la Biblioteca de Lima existe un libro, de autor anónimo, que creemos escrito en 1790. Titúlase Viaje al globo de la luna, y uno de sus capítulos está consagrado á hablar extensamente de las riquezas de Potosí y el Titicaca. Dice que desprendido en 1681 un crestón del Illimani, se sacó de él tanto oro, que se vendía como el trigo ó el maíz, y que en tiempo del virrey marqués de Castelfuerte se compró por su orden una pepita que pesaba cuarenta y cuatro libras.

Hablando de las minas de plata, cuenta el mismo autor anónimo que un minero de San Antonio de Esquilache, asiento de Chucuito, al retirarse del trabajo arrendó su mina por mil cuarenta pesos diarios; que en la mina de Huacullani la libra de metal sólo tenía cuatro onzas de tierra, siendo plata lo restante, y que allí se encontró la célebre mesa de plata maciza á cuyo alrededor podían comer cien hombres holgadamente.

Leemos en ese libro que un soldado, no creyendo bien premiados sus servicios por el presidente La Gasca, se dirigió á Carangas, donde, en un