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Página:Tradiciones peruanas - Tomo II (1894).pdf/78

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Tradiciones peruanas

prójimo, sino que se pusieron á disposición de todo el que quería satisfacer una venganza pagando á buen precio un puñal asesino. Item, cuando penetraban en casa donde había muchachas, cometían en la honestidad de ellas desaguisados de gran calibre; y á propósito de esto, cuenta el candoroso cronista, con puntos y comas, un milagro que yo referiré con rapidez y como quien toca un carbón hecho ascua.

Fueron una noche los apóstoles á una casa habitada por una señora y sus dos hijas, mocitas preciosas como dos carbunclos. Á los ladrones se les despertó el apetito ante la belleza de las niñas, y las pusieron en tan grave aprieto que madre y muchachas llamaron en su socorro á las que viven en el purgatorio, que en lances tales tengo para mí son preferibles á los gendarmes, guardias civiles y demás bichos de la policía moderna. Y quién te dice, lector, que las ánimas benditas no fueron sordas al reclamo, como sucedo hogaño con el piteo de los celadores, y en un cerrar y abrir de ojos se coló un regimiento de ellas por las rendijas de la puerta; con lo cual se apoderó tal espanto de esos tunos, que tomaron el tole, dejando un talego con dos mil pesos de á ocho, que sirvió de gran alivio á las tres mujeres. No dice el cronista si dieron su parte de botín en misas á las tan solícitas ánimas del otro mundo; pero yo presumo que las pagarían con ingratitud, visto que las pobrecitas no han vuelto á meterse en casa ajena y que dejan que cada cual salga de compromisos como pueda, sin tomarse ya ellas el trabajo de hacer siquiera un milagrito de pipiripao.

II

Pues, señor, iba una noche corriendo aventuras por la calle de Copacabana el bachiller Simón Tórtolo, cleriguillo enamoradizo y socarrón, cuando de pronto se halló rodeado de una turba de encapados.

—¿Quién vive?—preguntó el clérigo deshonrando su apellido, es decir, sin atortolarse.

—Los doce apóstoles—contestó uno.

—Que sea enhorabuena, señores míos. ¿Y qué desean vuesas mercedes?

—Poca cosa, y que con los maravedises del bolsillo entregue la sotana y el manteo.

—Pues por tan parva materia no tendremos querella—repuso con sorna el bachiller.

Y quitándose sotana y manteo, prendas que en aquel día había estrenado, las dobló, formó con ellas un pequeño lío, y al terminar dijo: —Gran fortuna es para mí haber encontrado en mi peregrinación sobre la tierra á doce tan cumplidos y privilegiados varones como vuesas mercedes. ¿Conque vuesas mercedes son los apóstoles?