—Ya se lo hemos dicho—contestó con aspereza uno de ellos, que por lo cascarrabias y llevar la voz de mando debía ser San Pedro;—y despache, que corre prisa.
Mas Simón Tórtolo, colocándose el lío bajo el brazo, partió á correr gritando: —Apóstoles, sigan á Cristo!
Los ladrones lo intentaron; pero el clérigo, á quien no embarazaba la sotana, corría como un gamo y se les escapó fácilmente.
—Paciencia!—se dijeron los cacos,—que quien anda á tomar pegas coge unas blancas y otras negras. No se ha muerto Dios de viejo y mañana será otro día; que manos duchas, pescan truchas, y el que hoy nos hizo burla sufrirá más tarde la escarapulla.
III
Poco después desaparecía de la villa una señora principal. Buscáronla sus deudos con gran empeño, y transcurridos algunos días fué hallado el cadáver en el Arenal con la cabeza separada del tronco. Este crimen produjo tan honda conmoción que el vecindario reunió en una hora cincuenta mil pesos y se fijaron carteles ofreciendo esa suma por recompensa al que entregase á los asesinos.
Como el de Cristo, tuvo también su Judas este apostolado; que no hay mejor remiendo que el del mismo paño y nadie conoce á la olla como el cucharón, salvo que aquí la traición no se pagara con treinta dineros roñosos, sino con un bocado muy suculento. Gracias á este recurso, todos los de la banda fueron atados al rollo, y tras de pública azotaina, suspendidos en la hores. Sólo la Magdalena escapó de caer en manos de la justicia. Suponemos cristianamente que, andando los tiempos, tan gran pecadora llegaría á ser otra Magdalena arrepentida.