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Ricardo Palma

coronel y muy querido de Palafox. Defendiendo un fuerte cayó mortalmente herido, y su curación fué penosísima. En Valencia mandó después un cuerpo de cuatro mil hombres y, tomado prisionero, el mariscal Soult lo remitió al depósito de Dijón. En 1814, Fernando VII lo ascendió á general y lo envió al Perú con alto destino militar. En 1823 elevó su renuncia ante el virrey La-Serna, y aceptada por éste y desligado de todo compromiso con España, tomó servicio en favor de la causa americana. Presidente constitucional del Perú, en 1828, fué derrocado por la más injustiticable revolución, y murió desterrado en San José de Costa Rica, en 1830.

El granadino José María Córdova nació en 1800, y en 1822 era general de brigada en promio de su bravura en Boyacá y otros combates. En el mismo campo de Ayacucho fué ascendido á general de división, y cuando acompañando á Bolívar en su paseo triunfal hasta Potosí, el vecindario del Cuzco obsequió al libertador una corona de oro y piedras preciosas, éste no la aceptó y la puso sobre la cabeza de Córdova. La guerra civil se enseñoreó de Colombia en 1829, y Córdova fué asesinado después de una derrota.

Agustín Gamarra nació en el Cuzco en 1785, y aunque sus padres pretendieron hacer de él un teólogo, abandonó el colegio y sentó plaza de calete en el ejército español, alcanzando en él hasta comandante. Proclamada en 1821 la independencia, tomó servicio con los patriotas, que lo reputaban, después de Sucre y La-Mar, como el militar más competente en materia de organización, disciplina y estrategia. Entrado ya el Perú en el régimen constitucional, fué perenne perturbador del orden y vivió siendo siempre ó presidente ó conspirador. Tuvo gloriosa muerte en el campo de batalla de Ingavi, en 1840.

III

La junta de guerra decidió por unanimidad de votos dar la batalla en la mañana del siguiente día.

Terminada la sesión, Sucre llamó á su asistente y le dijo: «Sirve las once á estos caballeros.»

Y volviéndose á sus compañeros de junta, añadió: «Conténtense uste. des con mis pobrezas, que para festines tiempo queda si Dios nos da mañana la victoria y una bala no nos corta el resuello.»

Y el asistente puso sobre un tambor una botella de aguardiente, un trozo de queso, varios panes y una chancaca.

—¡Banquete de principes golosos!—exclamó Córdova.

—No moriremos de indigestión—dijo La-Mar, poniendo una rebanada de queso dentro de un pan y cortando con el cuchillo un trocito de chancaca.