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Extraños en verdad son tus cabellos
Y extraño es el silencio que te guarda!

La dama duerme! Su profundo sueño
Se prolongue sin término. Que yazga
Bajo el amparo del piadoso cielo,
Que le dé el cielo su custodia santa!
Trocado este recinto y este lecho
Sin que sus ojos a la luz se abran,
Que, por siempre, repose, mientras giran
Rondas leves de pálidos fantasmas!
Mi amor, ella dormita. ¡Que en profundo
Sueño tranquilo, para siempre yazga!
Que á su alredor, arrastren los gusanos
Tímidamente, su viscosa planta...
Lejos, allá en la selva envejecida,
Alcen, para ella, sepultura magna,
Alguna sepultura misteriosa
Que abriera, un tiempo, las obscuras alas
De los regios tapices blasonados,
En las exequias de su noble raza;
Algún sepulcro aislado, en cuya puerta,
Más de una piedra inútil, arrojara
En su niñez alegre — alguna tumba
De resonante puerta legendaria,