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Así quedéme tratando de adivinar, — lo que en su mutismo cerrado, sin expresar — una sola sílaba más, dijera el pájaro, cuyos ojos de fuego — ya me quemaban hasta el corazón; — esto y más, estuve meditando — con la cabeza cómodamente reclinada — sobre el muelle tapiz terciopelado — que la luz de la lámpara alumbraba; — tapiz de terciopelo violáceo, — brillantemente iluminado, en que — Ella se reclinará, ¡ay! ¡nunca jamás!


Imaginéme entonces que el ambiente se espesaba, — perfumado por oculto extraterrestre incensario — mecido por Serafines, cuyos pasos armoniosos — resonaban vagamente sobre el tapizado suelo. — "Desgraciado, exclamé, tu Dios te concede, — por estos ángeles que te envía, — tregua, tregua y olvido — á tus recuerdos de Leonor! — Apura, ¡oh! apura este misericordioso nepenthe — y olvida tu perdida Leonor!" — Dijo el cuervo, "¡Nunca jamás!"


"¡Oh profeta, exclamé, cosa maligna! — ¡Profeta siempre, seas pájaro ó diablo! — Seas enviado de Satanás ó arrojado por la Tempestad — sobreestas riberas, desolado pero siempre indómito, — sobre