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Así la Mano que nos es querida,
Nos hiere, sin saberlo, el corazón:
Se agranda en él la misteriosa herida
Y sucumbe la flor de su pasión.

Intacto queda ante la faz del mundo
Sintiendo allá en su fondo — que no veis —
Dilatarse y gemir su mal profundo:
¡El vaso roto está: no lo toqueis!