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SONETOS

I

 Largo tiempo había caminado, y cuando cayó la noche — sentí desfallecer mis sueños de la mañaña;— tú no me has conducido hacia el Palacio lejano — cuyo encantamiento duerme en el fondo de la avenida, bajo la luna que vela única y singular — sobre el adormecimiento de los jardines de otros tiempos — donde se erigen, con campanillas en los techos,— entre los meandros florecidos, pagodas y pajareras.— los bellos pájaros purpurados duermen suspendidos,— los pescados de oro sombrean el fondo de las piscinas, — y los juegos de agua besándose expiran en murmurios;— tu peso es un temblor de seda sobre los musgos,— y tú has tomado mis manos entre tus manos suaves — que conocen el secreto de las últimas ternuras.