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Contadla mi pasión y mi tormento,
Cuánto, cuánto la adoro todavía,
Oh! pobres rimas que abandono al viento.

LIV

En alta noche, solitaria y muda,
Alguna vez en tu balcón sentada,
Oirás en los espacios, desolada,
Un grito que se extingue y te saluda.

En tus rubios cabellos, gentil hada,
Pon esta flor de mi existencia ruda
La horrible pena, la implacable duda,
Verás en su corola condensada.

La bañaron mis lágrimas, bien mio,
Que traducen mi a argo sufrimiento
Y creerás que son gotas de rocío.

Ni aquel grito será rumor del viento:
Seré yo que me muero y que te envio
Mi último beso y mi postrer lamento.