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Serapio dijo: — Si Satán te nombras,
Perro, demonio, reprobo, maldito,
¡Parte! ¡yo en nombre de Jesús te arrojo!
¡Vuelve á caer en las eternas llamas!
Y esto diciendo, persignóse el monje.
— Yo no soy el que crees, Abad santo,
Dijo el pájaro negro, en són de burla;
Pierdes el tiempo, pues, en maldecirme.
Nací cuervo, señor, cual soy ahora,
Pero hace muchos siglos que he nacido.
El hambre me devora, y si eres bueno,
Dame un poco de carne, gorda ó flaca.
En cambio, monje amigo, te prometo
Un remedio al dolor que te atormenta.
— Impídenme tocar mis santas leyes,
De los lobos, los cuervos y las águilas,
El brutal alimento, dijo el monje.
Ve á roer, si la carne te complace,
Sobre los negros campos de batalla.
Para tu hambre calmar y tu fatiga,
De negro pan te ofreceré un mendrugo.
— Sea, el cuervo exclamó, que venga al punto;
Toda vianda sabrosa es, la mendigo,
Que un largo ayuno de tres siglos sufro.
— Vamos, dijo el Abad, hasta mi celda. —