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Sobre mil presas divagar en torno!
Desde entonces, señor, nada he comido;
Mordió en vano mi pico encarnizado
Al hombre vuelto roca, y en el bosque,
Al dulce fruto, convertido en piedra;
Y siempre hambriento y acechando siempre
Una presa imposible, fui sin rumbo,
Flaco, viejo, abatido, miserable!
— El castigo fué bueno, con voz ruda,
Dijo el Monje irritado. Desde el día
Del diluvio, devoras sin reposo,
Y que! no puedes ayunar tres siglos?
— Si una antigua costumbre se abandona,
Dura la prueba hallamos, dijo el Cuervo;
Una semana que ayuneis, me basta,
Y veréis donde van vuestras razones;
Que vos, en mi lugar, tal vez pudierais
Devorar mi festín de tres mil años!
Pero, señor Scrapio, á vos os plugo
Que en el instante mi expiación termine.
Si es duro vuestro pan, secos los higos,
El Danubio, repleto de cadáveres,
Condujo ayer al mar, á los Romanos,
Las olas con su sangre enrojeciendo.
Vivid en la oración que reconforta;