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Deslízanse lanzando
De trecho en trecho gutural aullido.
Arrastra el hipopótamo su vientre
Por la margen del Nilo,
Aplastando los juncos de la orilla,
Tosco, deforme y destilando limo.
Los chacales, en grupo,
Bchen en los pantanos corrompidos
De amarguísimas aguas; con pausado
Rumor un acre viento, húmedo y tibio,
Llega de Nubia y el palmar agita
En donde el ibis fabricó su nido.
Oh Rey del Senaar, tu hora ha llegado,
Oh jefe, tu hora vino!
Y el sol al sepultarse oirá tu breve
Cavernoso rugido.
Bajo la roca, tus potentes garras
Afilas contra el muro de granito;
Arqueando tus riñones, te adelantas,
La luenga crin revuelta, y los fornidos
Miembros por el reposo fatigados,
Aspiras del desierto el aire líbico
Y alta la frente el horizonte observas
Con ademán severo y pensativo,
Dando al espacio el sordo