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Y el corcel obscuro, sintiendo la espuela
Parte, corre, salta, sin retardo vuela,
Mas el caballero, temblando, se inclina:
Ve sobre la sombra forma blanquecina
Que los brazos tiende, marchando sin ruido.
— Déjame, oh demonio, Elfo maldecido!

De tomillo y rústicas yerbas coronados
Los Elfos alegres danzan en los prados.

— Déjame, fantasma siempre aborrecida!
Voy á desposarme con mi prometida.
— Oh, mi amado esposo, la tumba perenne
Será nuestro lecho de bodas solemne.
He muerto! dice ella — y él, desesperado,
De amor y de angustia cac muerto á su lado.

De tomillos y rústicas yerbas coronados
Los Elfos alegres danzan en los prados.