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"¡Espíritu! que moras allí, donde en el profundo cielo, rivalizan siempre, lo terrible y lo bello! Fuera de la celeste línea — confín de la estrella que se vuelve, al divisar tu última barrera — que gira, al llegar al límite traspasado por los cometas, despojados de su orgullo, y arrojados de su trono; destinados á la servil labor de transportar el fuego — el rojo fuego de su corazón—con incansable velocidad, y con dolor que jamás se calma — ¡Tú! que vives — ésto, lo sabemos — en la Eternidad — lo sentimos — pero, ¿cuál será el espíritu que revele tu ceño? Aunque los seres que Nesace, tu mensajera ha conocido, ha soñado para tu infinidad, formas semejantes á las propias — cumplida está ¡oh Dios! tu voluntad — tu estrella ha volado alto, al través de muchas tempestades, pero siempre giraba, vigilada por tus ardientes ojos; y aquí, por el pensamiento, el pensamiento que sólo puede ascender á tu imperio, y así participar de tu trono — por la alígera fantasía, se cumple mi embajada, hasta que los secretos arcanos, queden revelados en los cielos".


Cesó — y confusa escondió entre los lirios su abrasada mejilla, buscando allí abrigo al fervor de la divina mirada: pues ante la deidad temblaban las