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estrellas Y allí quedóse impávida — sin aliento — escuchando una voz que solemne llenaba todos los ámbitos! Sonido del silencio, que asombraba el oído, llamado por soñadores poetas" la música de las esferas". El nuestro es un mundo de palabras: á la quietud llamamos "silencio" — lo que también no es más que una palabra. Toda la naturaleza habla, y hasta las cosas ideales con sus alas impalpables producen sombras de sonidos. Mas, ¡ah! no así cuando en los excelsos dominios se oye pasar la eterna voz de Dios, y marchítanse los rojos vientos en el cielo!


"Qué importa, si un mundo que ciclos infinitesimales describe, vinculados en un pequeñísimo sistema, regido por un insignificante sol, donde todo mi amor locura es, y la multitud piensa siempre que mis temores no son sino el rayo, la tempestad, el terremoto y los rugidos del océano. (¡Ah! ¿osarían contemplar mi airado ceño?). Qué importa, si en mundos con un pequeño y único sol, las arenas del tiempo se gastan y se pierden, pues es mío tu esplendor; tú destinada estás á llevar mis secretos por el excelso cielo. Abandona tu cristalino hogar, y huye con toda tu comitiva al través del cielo alumbrado por la suave