Página:Traducciones - Leopoldo Díaz (1897).pdf/87

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 81 —

gris verdoso que elige la natura para la tumba de la Belleza, divisábase en cada cornisa alrededor de cada arquitrabe — y los querubines esculpidos, que de su marmórea habitación se asomaban, terrestres parecían en las sombras de sus nichos. ¿Estatuas de Acaya en un mundo tan rico? Frisos de Tadmor y Persépolis, de Balbeck y del silencioso, límpido abismo de Gomorra!... Oh! la ola yate sumerje, — tarde es para salvarte!... En una noche de verano, el sonido se extravía; escucha sino el murmurio del crepúsculo gris, que en Eyraco embriagó los sentidos de tantos silvestres adoradores de las estrellas en tiempos de antaño, que siempre se percibe por el oído de quien, meditabundo, contempla la tenebrosa lontananza—que ve las tinieblas como una nube que se avanza. ¿No es la forma — la voz — en extremo palpable y recia? Mas ¿qué es esto?... Llega y consigo trac música—es el murmullo de alas — una pausa — y luego, son de cascadas — ya cesa... y encuéntrase de nuevo, Nesace, en sus salones. Con la intensa energía de su veloz vuelo, arden sus mejillas y sus labios se separan; su henchido corazón ha reventado la banda que su gentil cintura oprimía. En el centro de aquel vasto salón, sin aliento se detuvo ¡oh Yanthe! debajo de la bri-