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vez mi cerebro desvanecióse, mas el mundo que acababa de dejar, fué lanzado al caos: desquiciado de su órbita, azotado por tempestades, rodó, vastísima llama al través del enrojecido cicio.

"Parecióme, entonces, amada mía, que cesaba de volar, que caía, no con velocidad como había ascendido, sino con un movimiento trémulo, vacilante, al través de espacios bañados en radiante luz y rayos bronceados, hasta llegar á esta dorada estrella! No fueron largas las horas de mi caída, pues de todas las estrellas la tuya es la más próxima á la nuestra ¡estrella aterradora! que vino en una noche de alegría, rojo Dedalión para la tímida Tierra.


"Llegamos, sí! y á tu Tierra! mas á nosotros no compete discutir las órdenes de nuestra señora; venimos, amor mio; alrededor, arriba, abajo, alegre luciérnaga de la noche venimos y nos vamos, ni la razón inquirimos, salvo la angélica señal que ella, nos otorga, como le fué cedido por su Dios; pero, Angelo, el tiempo gris jamás desplegó sus encantadas alas sobre mundo más bello que el tuyo! Opaco era su pequeño disco, y ojos de ángel tan sólo el pálido espectro divisar podrían en el cicio, cuando recién conoció al Aaraaf que su rumbo se dirigía recto allí