Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/124

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 121 —

podemos plantar las carpas, y además, la inundación aumenta, y nuestro campamento, al borde del agua, va siendo invadido. Hemos sentido pumas en la vecindad y Patricio ha velado y ha quemado su quillango, porque ha tendido su cama al borde del fogón.

Cada uno hace campamento aparte para pasar el día con las mayores comodidades posibles; las matas abundan, y con paciencia, las convertimos en palacios provisorios. La que he elegido yo, antigua guarida de pumas, es magnífica, y habiéndola despojado de sus ramas espinosas y de las espinas y huesos que abundan a su alrededor, restos de feroces festines, construyo un resguardo donde sólo me incomoda la arena menuda que levanta el viento y donde con la lectura, dejo transcurrir, echado sobre el cascajo, las horas del día. Es imposible hacer nada para comer; la arena lo convierte todo «a la milanesa» y los granos de cuarzo platean y doran el asado. Los remolinos elevan columnas de arena y si nos alejamos de nuestras respectivas cavernas vegetales, el polvo no nos deja respirar, ni mirar. En este paraje, el valle es más ancho y ya abundan mucho los fragmentos pequeños de basalto, que venimos encontrando de tiempo en tiempo desde el Atlántico.

Enero 22.— A pesar de haber calmado el viento ayer tarde, esta mañana vuelve a arreciar y en dirección distinta; desciende de la cordillera y nos obliga a buscar nuevos reparos, porque las carpas no pueden mantenerse sujetas al suelo, a causa de su blandura. El río parece de leche; el viento levanta una lluvia fina que nos oculta por momentos la otra orilla y hay algunos en que es tal la fuerza de rotación de los remolinos, que estos elevan pequeñas columnas de agua de un metro de altura.

Enero 23.— Tercer día de temporal: tenemos