Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/126

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 123 —

feliz. Se comprende fácilmente que ellos eligieran estos rincones, porque no teniendo caballos, la caza en los despoblados abiertos hubiera sido imposible, y sólo en los bajos, con lomadas y arbustos, pudieron encontrar emboscadas fáciles y provechosas.

Las mesetas desagregadas que dejamos al sur, nos ofrecen un interesante panorama; una arquitectura fantástica ha convertido ese pedazo de pampa en castillos arruinados, murallas imponentes, pirámides de flancos desmenuzados, con grandes cubos en la base; todo árido, blanquisco y alumbrado por el sol, que los destaca del fondo incierto. Allí parece yacer una ciudad geológica destruida, entre cuyos edificios inmensos se han formado médanos. Una interesante colección de fósiles espera, en ella, al feliz colector que disponga de tiempo.

En el paradero de esta noche, Isidoro ha cazado un puma, el que después de haber sido despojado de su piel, que se destina para las colecciones, es dividido en dos partes, una para la cena y la otra para los perros, los que no quieren comerla. Esta pieza, en el momento en que Isidoro la encontró, espiaba una tropilla de guanacos, que bajaba a beber al río. Patricio, al verla, ya muerta, se asusta de tal manera, que sin fijarse que es inofensiva, dispara de ella y se refugia en el bote; sólo cuando la ve dividida cobra ánimo y devora su carne con un placer tan grande como el temor que antes le ha tenido. Los negros y otros salvajes comen la carne de las fieras para tratar de adquirir por ese medio el valor y la fuerza de ellas. Patricio, tal vez por herencia de sangre, hace lo mismo. Notando la afición que tiene por esta clase de alimento, le damos el apodo de «Yanta-féras», aunque él desea el de «Mataféras».

El paradero está situado en la falda de la mese-