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Sus atrevidas moles azules se destacan severas, coronadas sus cumbres de blanca nieve, pues ninguna nube los oculta. Encuentro compensadas todas las fatigas y sólo siento no tener la tripulación a mi lado para admirar juntos el grandioso respaldo de nuestra gran patria.

Nuevos trapiezos detienen el bote que no se avista y recién en la noche avanzada distingo una hoguera lejana en el oscuro fondo sur, inmediato a la meseta; dejo a Isidoro en el paradero y temeroso de que algo haya sucedido a mi gente, cuando vamos tan cerca de ver coronadas de éxito nuestras fatigas, me dirigo hácia la luz, sin preocuparme de llevar armas, y con sólo una caja de fósforos para ir anunciando mi aproximación.

Aseguro que más de un rato amargo he pasado en el trayecto que separan ambos campamentos. La noche es sumamente oscura y los pozos en los médanos tan numerosos que no comprendo cómo no he muerto al caer a ellos por entre los arbustos espinosos que cubren sus bordes; pero esto no ha sido el mayor peligro. Sólo quedaba un fósforo y faltaba la mitad del camino que hacer, cuando escucho el ruido producido por un animal que se mueve en la oscuridad; el instinto de conservación me anuncia un enemigo, enciendo ese fósforo último y veo delante un puma listo a lanzarse sobre el hombre, que ha equivocado con el guanaco y que al reconocer el error huye saltando. Cómica escena, que hubo de convertirse en sangrienta, pero bastó la luz del fósforo, destello de la inteligencia humana, para hacer comprender a la fiera la inmensa distancia que existe entre la víctima que creyó tener delante y la que encuentra.

Recién a media noche llegué al paradero del bote que había sido sorprendido por la obscuridad al dar la vuelta al norte.

Febrero 6.—Un fuerte viento andino no nos permite caminar; además, la enfermedad que me