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mado es solo un antiguo cauce. En esta vuelta, inmensa S. bordeada de barrancas escarpadas unas veces, otras de pantanos, es donde mi tripulación demuestra su resistencia tenaz y no desmaya en el penosísimo trabajo de diez y seis horas consecutivas, durante las cuales sólo adelantamos a rumbo cuatrocientos metros. Pasados estos, nos encontramos en la «Llanura Misteriosa», próxima al lago, que debe estar ocultado por las grandes humaredas producidas por incendios de bosques andinos. Esta inmensa hoguera de leguas, nos oculta hoy toda la falda sud-oeste de la cordillera y no nos permite orientarnos con sus montañas.

Febrero 12.—Continúa el trabajo para concluir la vuelta, lo que conseguimos a mediodía, acampando en la margen norte, en el paraje donde el río desemboca, descendiendo casi recto del oeste. En el gran bajo hemos encontrado un arroyo angosto, muy correntoso, que corre en el centro de un pequeño valle bastante fértil que se alterna con médanos y grandes extensiones de cantos rodados por donde el agua salta bulliciosa. Este bajo, como ya lo he dicho, es el cauce de un gran río antiguo aunque menos profundo que el Santa Cruz. Debió ser alimentado en lejanos tiempos por las aguas y las nieves de las montañas terciarias y basálticas que se elevan al sur a una altura mayor de tres mil pies, negras, pardas y todas áridas. Llamo a este pequeño curso de agua «Arroyo del Bote» en recuerdo de la embarcación que tripulamos.

Ni ayer ni hoy hemos comido carne, y sí, sólo algunas galletas y dos cajas de sardinas con fariña frita en grasa de avestruz.

Salgo a pie a recorrer las inmediaciones y a contemplar otra vez más la vuelta que nos ha costado gran trabajo en salvar; la llanura alta está sembrada de gruesas piedras y hay puntos en que parece que la mano del hombre ha contribuído a elevar los montones que el hielo ha formado. Más de