Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/174

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 171 —

al sud y luego al sud-oeste como ayer, lo que muestra que la virazón aquí es a la inversa de la de Buenos Aires, pero en el cielo se nota gran agitación en las nubes. Son imponentes los blancos y plomizos chubascos que naciendo tras de Castle-Hill, en una nubecilla blanca, van aumentando de volumen hasta cubrir la mitad del cielo y pasan veloces, regando al mismo tiempo que sombreando, un gran espacio, mientras a corta distancia los rayos solares, que cruzan por el firmamento azul despejado de nubes, alumbran otros parajes que parecen recibir más brillo a causa del contraste. Cuando la luz y la sombra se alternan sobre la superficie del lago, se diseñan en él inmensos fantasmas.

Esta tarde el viento calma y el tiempo, de crudo que ha sido durante el día, se torna agradable. Hace feliz a quien lo disfruta; el sol se hunde tras los Andes, entre nubes de púrpura, y sus rayos, aunque colorean los bordes de ellas, hacen resaltar la blancura del hielo de sus picos, que aparecen y desaparecen, agujereando altivos las capas de rosadas nubes para presentarse gallardos ante el azul del firmamento. El lago calla sus enojos, ya no alborota entre las rocas; todo me anuncia para mañana un buen día, para ir a buscar lo que encierra el otro costado. Soy feliz aquí; puedo abandonarme libremente a mis pensamientos. Me siento sólo en este inmenso pero escondido templo de la naturaleza, y en una niebla intelectual dejo transcurrir las horas de la tarde que siguen a la humilde cena, hasta que el sueño me sorprende.

Febrero 18.—A medio día, un viento favorable nos ayuda y abandonamos el campamento para hacernos a la vela en dirección al fondo del lago, a rebuscar en los ancones del pie de Castle-Hill y en los residuos de los antiguos ventisqueros, los bosques que han producido los troncos y las hojas que boyan sobre las aguas. Al principio, la corrien-