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quizás zorros; se conserva, sin embargo, el resto de la pierna y la posición del pie que es igual a la de su congénere me indica que esta pierna ha tenido, en el cadáver fresco, la misma colocación que la otra. Congeturo que los pies han sido colocados de manera que los dedos grandes se tocaran. El brazo izquierdo está doblado y la mano cubre la cara y los ojos. ¿Es esto un signo de dolor, o de meditación eterna?

Entre este brazo y el cuerpo encuentro cruzada una bella pluma negra de cóndor, que también ha sido pintada; ¿es un signo de poder, señala el rango que en vida revistió en la tribu, perpetúa la memoria de un cazador atrevido, o es un simple adorno con que el deudo o el amigo sencillo ha querido ataviar al muerto? Tampoco sabré decirlo.

El brazo derecho ha sido colocado casi verticalmente entre ambas piernas; la mano crispada, parece que araña la tierra y el plumoso sudario en que ha sido envuelto y del cual sólo quedan restos y que también ha sido pintado de rojo. La posición del cuerpo, en la tierra, en relación a la disposición de la caverna, es curiosa: no ha sido colocado sentado como en vida, como sucede con las momias peruanas; por el contrario, la encuentro con la cara vuelta hacia abajo y dirigida hacia el punto más obscuro de la cueva. Junto con los cuchillos, recojo huesos de guanacos, tallados; son los alimentos con que los sirvientes han querido alimentar al que ha muerto, en el tránsito a la vida futura.

Esta momia tiene el cabello cortado casi a la raíz, y esto, junto con la pintura roja con que ha sido cubierto el cuerpo, en vida o después de la muerte, me hace pensar que quizás ella pertenezca a un fueguino, no de los que habitan la gran isla sino de los del continente, que vivían en el tiempo en que Francisco Sarmiento de Gamboa hizo su memorable expedición al estrecho de Magallanes