A tres millas de la costa se arrojó el ancla y el buque durmió tranquilo después de varios días de movimiento contínuo; las elevadas murallas terciarias del «Promontorio del Norte» a cuyo abrigo habíamos fondeado, se destacaban sombrías y esa noche descansamos tranquilos escuchando el chillido del timón en los suaves balances, y los soplidos de algunos negros cetáceos que jugueteaban alrededor nuestro, sin ponerse al alcance del arpón, siempre listo en la proa.
El día siguiente amaneció con viento contrario, pero, bordejeando, nos acercamos a la Bahía Engaño, donde desagua el río Chubut. Fondeamos en ocho brazas, en fondo de rocas firmes y cascajo rodado, pero no pudimos bajar a tierra por la marea en contra y la fuerte marejada. La draga procuró varios interesantes moluscos, crustáceos, anélidas, etc. Durante la noche, hubo que levantar el ancla nuevamente y salir mar afuera, a causa del viento fuerte del naciente. La titulada bahía es una costa abierta, sin resguardos para los vientos de afuera que, cuando soplan recio, contribuyen con las corrientes a poner los buques en peligro. Los de tierra, son los únicos que permiten fondear con alguna seguridad a los buques que por su mucho calado no pueden resguardarse dentro del río y que se exponen a permanecer cruzando un mes en las inmediaciones, desde Punta Atlas hasta Bahía Nueva, sin poder poner en tierra su cargamento.
El día quince amaneció favorable y pudimos acercarnos al río Chubut. Este figura definitivamente en la geografía de Patagonia, desde el 24 de febrero de 1833, en cuya fecha, el teniente Wickham, de la espedición de Fitz-Koy, penetró en él, a bordo de la lancha «La Liebre».
En la costa fuímos bien recibidos por el Sr. Antonio Oneto, comisario nacional y administrador