Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/197

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 194 —

Después de caminar por la altura y por las secas cañadas unos treinta kilómetros, llegamos a un cerro basáltico inclinado, desde donde distinguimos hacia el este, el valle del Shehuen, donde encontramos los indios de Conchingan, en el mes pasado.

En la tarde acampamos a orillas del arroyo, que corre angosto y encajonado, por una quebrada oscura, pero donde encontramos pastizales, excelentes aunque no muy extensos.

Inmediato al pie del cerro de basalto se ven varios pequeños troncos, destruidos, de árboles petrificados, e innumerables fragmentos de ostras; de una especie pequeña, que no he encontrado en los depósitos fosilíferos de la costa, de menor dimensión que la Ostrea Patagónica. Este es un descubrimiento precioso; estos troncos y estos moluscos ¡qué cumulo de grandiosos fenómenos físicos representan! Revelan que, miles de siglos ha, la árida planicie dominada hoy por la negra lava de rugosos flancos, donde hemos perseguido inútilmente un puma, ha alimentado frondosos bosques, y que estas tierras, donde hoy las negras Nyctelias se arrastran perezosas, fueron las riberas de un antiguo mar siempre agitado. Donde el viajero sediento no encuentra una sola gota de agua, se estrellaron inmensas olas contra murallas escarpadas. En los mansos abrigos de estas y en las profundidades inmediatas, vivieron las parásitas ostras, cuyos calcáreos esqueletos cubren el suelo y se quiebran con la presión del pie del caballo.

Los fragmentos de vegetales, que recojo, convertidos en informes piedras, no hay duda que son vestigios de un bosque terciario, quizá semejante en su aspecto a los que hoy mezclan sus murmullos con los de las aguas del Magallanes, y que se elevaba tupido y lozano sobre lo que hoy cubre la lava arrasadora.

Un sacudimiento de la tierra, una de las porten-