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montañas esos enormes fragmentos que miden hasta 1000 metros cúbicos, llevados allí por los hielos flotantes, proporcionarán, con los depósitos vegetales, riquezas importantes al pionner que en el porvenir los trabaje.

Los cambios que se han producido en Patagonia desde el principio de la época terciaria permiten admirar allí la fuerza portentosa de la naturaleza.

En el período eoceno, la tierra se eleva del fondo del océano, y alimenta monstruos fósiles terrestres parecidos al Dinoceras del mismo tiempo en Norte América y que desconocidos aún en esos parajes, he tenido la suerte de encontrar en dicha capa geológica, cuya existencia he revelado en Patagonia. Luego se sumerge y permanece quieta durante un número indefinido de años que la geología no cuenta, período que se nota por la horizontalidad de las capas. Más tarde, vuelve a mostrarse en la superficie y nutre árboles enormes, cuyos troncos petrificados se ven en las inmediaciones de la cordillera, y curiosas formas animales y el mar alimenta en sus costas lobos marinos, delfines, enormes saureanos y tiburones, y moluscos. A su turno esta capa vuelve a desaparecer en las profundidas del mar hasta 800 pies más o menos, y bajo ella se depositan entonces los basaltos en mantos tan gruesos que alcanzan hasta 400 pies. En seguida de este mar de fuego, llega el mar de hielo a aumentar el espesor de las mesetas, con detritus de 250 pies en algunas partes.

Después, por un movimiento lento, la Patagonia se despoja de su manto glacial, elevándose en partes hasta tres mil pies sobre el mar. Y este levantamiento continúa todavía: se nota en la costa, desde Buenos Aires, cuyas pampas quizá se deben a los hielos, y he visto lagunas saladas con conchas actuales y vivas todavía, que en la región fértil