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del estrecho se han alzado hasta una altura mayor de 100 pies!

«Cabo Negro» es precioso paisaje, rodeado de bosques y de pequeños prados pastosos que alimentan una cantidad regular de ganado de una estancia chilena, situada frente al cabo, desde el que se domina a la isla Isabel, punto poblable.

Desde allí en una extensión de 10 millas es preciso hacer el camino por la costa, cubierta de grandes piedras erráticas y troncos de árboles que las aguas del estrecho bañan incesantemente. Compénsase la molestia del viaje con la impresión que causa el ruido ritmado de las olas y del bosque espeso y florido que lo verdea, haciéndolo delicioso para el viajero. A lo lejos, al sur, divísase la cresta de los montes Sarmiento y Darwin, cuyo «hielo se ha vuelto azul, a fuerza de envejecer» y que aparecen dorados por el sol.

Quince millas dista Punta Arenas del Cabo Negro y se llega a ella atravesando el arroyo «Tres Puentes», a cuyos bordes se levanta un aserradero a vapor que reduce a tablas los árboles seculares para emplearlos en los edificios de Punta Arenas e Islas Malvinas; y cuyo denso humo, indicio de civilización, se detiene en las copas elevadas de los coigües que llegan hasta treinta metros de altura. Desde «Tres Puentes» se extiende una preciosa llanura, en la cual viven los pocos animales que tiene la colonia, que está situada en la falda de la meseta separada de dicha llanura por el «Río de Oro», que arrastra en sus bulliciosas aguas pepitas de ese metal e inmensos troncos de árboles aún más valiosos.

Luego de recorrer durante algunos días las pintorescas inmediaciones de Punta Arenas transpórteme a Montevideo en el vapor inglés «Galicia» y después de una deliciosa navegación desembarcaba el 8 de mayo de 1877 en Buenos Aires, contento