pen de ese modo, al aclarar, la plácida tranquilidad de la isla. Momentos después, un hombre cruza a caballo el brazo de río que separa la isla de la meseta sur y se acerca a nosotros; es un gaucho compatriota; luego, una rara figura, envuelta en un quillango, llega apresuradamente; es mi antiguo conocido Isidoro Bustamante, gaucho santiagueño, que el azar de la vida ha conducido aquí. En seguida estrecho la mano del Sr. Dufour, cuñado de Piedrabuena.
Estamos entre amigos, con gran contento de los que, al principio, habían creído que nuestros gritos y tiros eran de desertores chilenos de Punta Arenas, o náufragos.
Cruzamos el río por el vado y llegamos a la casa, donde dos años antes había grabado mi nombre, al lado de los de algunos oficiales chilenos, cuando estos tentaron, tan inútilmente, lo que yo iba a procurar, quizás con el mismo resultado. Aquí encuentro al subteniente Moyano, que desea ser mi compañero de viaje. A la tarde llega la embarcación con mi gente, y la bandera de sol se iza sobre la casa, para contestar a la que, con gozo, se arría y se iza en el tope del mástil del bote.
La isla Pavón es la que, en la carta de Fitz-Roy lleva el nombre de Islet Reach y pertenece, por donación que de ella le hizo el gobierno de la nación, al capitán Piedrabuena. Mide, más o menos, dos kilómetros de largo, comprendiendo pequeñas porciones de tierra, situadas en sus extremos, y que se convierten en islas, cuando la marea o la creciente es grande. Su anchura mayor pasa de trescientos metros. En el centro está situada la población principal, que consiste de cuatro pequeñas piezas unidas y un corral para el ganado y los caballos. A la isla se llega por el costado sur, cruzando un brazo de río de 50-60 metros de ancho, pero que pocas veces puede seguirse recto, sino al sesgo, lo