Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/73

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 70 —

los matorrales, la próxima tormenta y a los que parece que nuestra llegada indiscreta disgusta, sobre todo a los machos de ella, pues momentos después que las hembras y los pequeñuelos se cobijan en las quebradas, vuelven aquellos a presentarse en las alturas, relinchando, quizás de disgusto, haciendo cabriolas hasta el oscurecer, y los vemos, centinelas frente a nosotros, y hasta muy avanzada la noche, no dejamos de oír sus estridentes relinchos. La lluvia que ha principiado, calma sus enojos.

Por nuestra parte, tenemos tiempo de resguardarnos contra el chubasco del sureste, detrás de unas pequeñas matas, donde pelamos y comemos dos de los pichones. No es posible conciliar el sueño con la lluvia fría; y tenemos que pasar la noche sentados, envueltos en los quillangos, cubierta que recomiendo y que debe ser inseparable compañero del viajero en Patagonia; presta el servicio de abrigo y techo, y en ocasiones como esta sirve de capa de goma.

Diciembre 31.—Me parece inútil decir que vemos llegar el día con vivo placer: apenas el cielo cambia su negro tinte por el aplomado de la madrugada tormentosa, deshacemos el montón de ceniza que guarda el fuego, digno de ser venerado en esta ocasión; acercamos a las brazas algunas ramas de olorosos arbustos y momentos después la caldera nos proporciona agua para el mate.

No se crea que el mate, para el viajero andariego, es el mismo mate, instrumento que favorece la ociosidad proverbial de nuestros paisanos, para quienes es casi indispensable. Para él, tiene una grande importancia moral; el mecanismo de sorberlo da una tregua a su agitación intelectual y con hacer esta operación, en rueda, en el pequeño campamento, se olvida la mala noche anterior y los sufrimientos que trae consigo. Nosotros no nos hallamos, sin embargo, en este caso: no ha habido