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en la toldería de Shehuen; ellos viven ahora entre los indígenas que habitan el valle del río Gallegos y no pueden, felizmente, explotar la credulidad de mis huéspedes en pro de la gran fama de que gozan y en contra, quizás, de mi expedición.

Enero 8.—El paisaje que rodea la toldería indica la presencia, en sus cercanías, de fuerzas volcánicas, de las cuales esas fuentes pueden ser manifestaciones. En el fondo se distinguen negras fajas horizontales que parecen basálticas y al norte, cruzando varias mesetas escalonadas, que se interponen entre el valle de Shehuen y el río Chico, se distinguen cerros cuyas formas, indudablemente, son debidas a la existencia de esas rocas, y uno de ellos afecta la estructura volcánica y según el nombre con que lo señalan los tehuelehes, «Chalten», se ve que estos han encontrado semejanza entre él y otros picos volcánicos que se encuentran en la cordillera, que más adelante mencionaré y que son señalados del mismo modo.

El valle de Shehuen, en ciertos parajes, situados al este de los toldos, en el trayecto de la ida, no presenta sino desolación, y las mesetas denudadas y casi sin vegetación tienen el aspecto más triste que conozco hasta ahora en Patagonia; pero a partir de ellas, hacia el oeste, el paisaje es inverso; todo cambia, el valle es más angosto, más verde, el pasto amarillento es más visible y tupido y las mesetas tienen sus escalones más inmediatos. Además las montañas que al noroeste se elevan, cruzan el horizonte; y al oeste, la grandiosa cordillera, erizada de picos siempre nevados, celestes, blancos, dorados y rosados, se presenta unas veces como nubes y otras contorneada severamente en el espacio azul, ostentando la esplendidez de los soberbios gigantes.

Enero 9.—Emprendemos regreso a la isla Pavón, después de despedirnos de los habitantes de