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nos internemos siguiendo a Menendez, en los desfiladeros del encantado camino i bajamos con él a contemplar el hermoso baño que sirvió de guia a su heróico e infortunado antecesor. Procuraremos entonces dar un resúmen crítico del problema que oriente al lector i ponga al futuro viajero en aptitud de avanzar a paso seguro por esta senda misteriosa.

Guillelmo habia emprendido esta obra con el fin de dejar definitivamente asegurada la existencia siempre algo precaria de la mision. Su situacion se habia mejorado por la dotacion de misioneros i la asignacion de una suma crecida para su mantencion. La mayor facilidad que ofrecia ahora el nuevo camino para traer de Chiloé los víveres i demas recursos que necesitaba i tambien de hacer venir desde allá una escolta armada, que impusiera respeto a la soberbia de los indios (Olivarez), daban las mejores garantias para afirmar su marcha. Conseguido el objeto de sus desvelos i fatigas, el corazon de Guillelmo rebosaba de satisfaccion por tan fausto resultado, abrigando la esperanza que las privaciones i penalidades, a que las misioneros se habian visto espuestos, casi sin cesar, habian tocado a su fin.

Sin embargo, habia una nube que oscurecia este risueño cuadro: la mala disposicion de los puelches, a que nos hemos referido ya varias veces. En las misiones de los araucanos, pueblo algo mas civilizado que los puelches, sucedia que los misioneros jesuitas se captaban la buena voluntad de sus neófitos i vecinos, que respetaban su vida i propiedad; no solian necesitar para su seguridad la proteccion del ejército (Olivarez). Los puelches, tribu mas salvaje, no admitian la conversion i profesaban cierta aversion contra los padres. Esta disposicion envolvia peligro para estos i pedia medidas de precaucion como la escolta de que habla el mismo autor. Los sentimientos disimulados o adormecidos de desavenencia fueron nuevamente despertados por la apertura del nuevo camino. Nuestra relacion ha hecho constar repetidas veces que los españoles habian entrado antiguamente por él para maloquear a los indios de Nahuelhuapi. Los puelches tenian motivos, pues, para recelar que estas entradas, tan temidas por ellos, se repitieran por el mismo camino. Es mui posible que su apertura haya avivado su aversion latente contra los padres.

Los cronistas de los jesuitas acusan este móvil como la causa de los lúgubres sucesos que presenciaremos luego i que acabaron con la muerte del ilustre padre Guillelmo i con la destruccion de la mision.

Se recibe con esto la impresion que los autores citados hayan exajerado involuntariamente el odio de los puelches, por no saber rendirse cuena de otra manera de los desastres que sobrevinieron. Nos inclinamos a esta presuncion, porque existen pequeños testimonios, que los puelches, acusados de ser tan hóstiles a los misioneros, no lo eran en realidad. Estos datos se fundan en relaciones de fuente de los indios, recojidas por el lado del Atlántico.