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tendida ofensa personal contra el rei Carlos III, inventada por sus enemigos, quienes los denunciaron por medio de una intriga pérfidamente urdida. Este cuento parece en realidad poco serio.

La luminosa esposicion, que debemos al señor Barros Arana, esclarece perfectamente las causas de esa medida motivada por razones de estado de la mas alta importancia.

Resulta de las deducciones de Barros Arana que la Orden, que se habia distinguido en el siglo XVII por el adelanto en todos los ramos del saber, decayó en el siglo XVIII por quedar en atraso relativo al lado del desarrollo creciente que la ciencia i la sociedad en jeneral tomaron en este siglo [1]. En Chile se manifestó tambien su decadencia intelectual en esa época: el estado de su cultura en el siglo anterior habia sido mui superior. Basta fijarse en las obras de los primeros historiadores Alonso De Ovalle i Diego de Rosales, que aventajan grandemente las de sus sucesores.

Para mantenerse en Europa en su preponderancia, los jesuitas se vieron en la necesidad de oponerse al progreso de la ilustracion naciente, por lo que fueron combatidos con vigor por la nueva escuela de los filósofos precursores de la revolucion francesa. Podemos considerar la supresion de la órden como el primer síntoma de la reaccion del espíritu moderno efectuada en los paises católicos contra el oscurantismo.

En España, donde estas ideas modernas no habian echado raices todavia, prevalecia otro órden de consideraciones, "El rei Carlos III que tenia el propósito de introducir grandes reformas en la administracion del reino, estaba resuelto a robustecer la autoridad civil restrinjiendo los privilejios que se habian arrogado las instituciones eclesiásticas (Barros Arana)". La relegacion de la Orden se imponia efectivamente como una medida urjente de buen gobierno.

Mientras que los jesuitas iban en Europa a la palestra para combatir la Reformacion i las nacientes ideas liberales, se dedicaban tranquilamente a trabajar en el engrandecimiento de su órden en América, que no ofrecia campo para una política militante por no haber penetrado todavia a ella esas aspiraciones del espíritu moderno. Aprovechando de su irresistible influencia espiritual i moral i de tantos privilejios e inmunidades, lograron acumular un poder inmenso que amenazaba eclipsar la soberania del Estado.

Si la órden hubiera progresado en la misma proporcion, la corona i el poder civil habrian acabado por ser absorbidos por ella, siendo que efectivamente no estaba lejos de fundar una teocracia, sino en la forma a lo menos de hecho. Habiéndose apropiado paulatinamente en las colonias de España de las tierras mas valiosas i ejerciendo cierto monopolio en las industrias i el comercio, esta actividad absorbente i esclusivista perju-

  1. l. c. t. VI p. 260.