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la de Villarino, siendo posible que hayan disminuido desde aquella época, como ha sucedido en algunas partes de Chile, por ejemplo en Cauquenes (A. Plagemann).

Villarino aprovechó largamente la abundancia de manzanas que estaban en su sazon i se recojian con la mayor facilidad. Habia muchas variedades i entre ellas de las clases mas finas. Su tripulacion no solo gozaba, sino que se rehacia de las grandes privaciones del viaje con esta subsidio tan agradable i útil como inesperado. Villarino calculó que gastó i llevó mas de treinta mil manzanas.

Los indios tambien jeneralmente tan escasos de alimentos sacados del reino vejetal, no se solazaban ménos con esto precioso don de la naturaleza i no estrañaban, que Villarino, al decir de su tripulacion, habia venido a esta tierra solo para buscar manzanas. Consideraban ademas una manzana escojida como objeto digno de mérito para demostrar a otra persona su aprecio, teniendo la costumbre de regalar una a sus huéspedes i amigos "por mucha finura". De la misma manera la buena mamá Dominga obsequió a su protejido Guillermo Cox dos manzanas que traia guardadas en su seno.

Otro alimento rico i nuevo que ofrecia esta comarca para los espedicionarios, eran los piñones, que se obtenian de sus dueños, los pehuenches residentes en las faldas del volcan Lagnin i mas al Norte.

Estos dos productos tan valiosos, los únicos de su clase que existian a mas de cien leguas de distancia, atraian en tiempo de su cosecha una gran confluencia de indios nómades, que pasaban el resto del año en otras rejiones. Estos i las tribus estables formaban al tiempo de la estadia de Villarino una indiada bastante numerosa, con lo que tuvo que entrar en relaciones. Se hallaban allí las tolderias del cacique Francisco i mas adentro la del cacique Guchumpilque, con quienes habia trabado relaciones al principio de su viaje i que habian demorado ménos tiempo que él para llegar. Ademas moraba aquí el altivo cacique Chulilaquin (de chuln "prender" i laques "bolas" [1]), con quien el superintendente de El Cármen tres años ántes habia celebrado un tratado de paz, habiéndole enviado el virei de Buenos Aires con este motivo un gran baston como símbolo de autoridad (Zeballos [2]).

Los indios en su trato se mostraban mui molestos i exijentes, pidiendo no solo aguardiente, yerba, tabaco i bizcocho, sino aun sombreros i bayetas. Villarino se vió en grandes apuros para satisfacer tantos pedidos, de modo que tuvo que dar muchas cosas de su propiedad particular. El benemérito historiador P. Gregorio Funes asegura, que el abnegado esplorador regaló a los indios hasta las cubijas de su cama [3]. "Estos agasajos


  1. Angelis Discurso al reconocimiento del rio Colorado.
  2. l. c. p. 75 nota.
  3. Ensayo de la historia del Paraguai, Buenos Aires i Tucuman 1817, t. III p. 239.