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de caballos, y oyeron ladridos de perros acia el toldo de Mancúuvunay. Presumo que serán los Huilliches que se irian a barquear por allí, y que habrian hecho alguna maloca al Cacique [1].

Dia 24 del mismo

Mui temprano se vió en la parte del leste de la laguna una gran tropa de caballos que iba del desague ácia el sitio de la tolderia; fueron los Huilliches, que en quanto llegaron a sus toldos se marcharon, y pegaron fuego al pasto al tiempo de lebantar los toldos, como se supo despues. Al mismo tiempo llegó a nosotros Mancúuvunay con su hijo diciendo, que no havia podido dormir por causa de los tiros que havíamos tirado a sus caballos, que los havia despachado con su hijo y un cona para que estubiesen junto a nosotros por miedo de los Huilliches: que los caballos con los tiros se havian espantado y que las balas quasi le havian muerto a su hijo porque una le rasgó la bota, y le hirió el caballo, el que se estaba muriendo.

Se le hizo cargo de que el era el autor de la maldad y negó con toda instancia y firmeza, pero su hijo confesó al soldado Lorenzo Burgos que era verdad y que havian venido contra nosotros


  1. Durante el dia los "Huilliches Patagones" que estaban acampados al Sur del lago principiaron a moverse, continuando su marcha obligada al Norte; en la tarde habian legado mas o ménos a la altura de la tolderia de Mancuuvunay i del cuartel de Menendez, hallándose por medio el rio Limai.

    En la misma noche el cuartel es agredido por una gran tropa de caballos que rechazada a bala se acerca por los otros lados. Menendez se ve precisado de asumir el papel de jeneral, pone su jente en son de combate i prepara una defensa vigorosa, ayudado por el escelente espíritu de sus ayudantes i milicianos. Felizmente el ataque no siguió adelante i el autor creyó por de pronto que no se hubiera dirijido contra él, sino que fuera intentado por los huilliches contra Mancuuvunay.

    He aqui una sorpresa i escaramuza nocturna de apariencias bien sérias pero que analizada con detencion se presenta como un combate verdaderamente quijotesco, cubierto por las tinieblas de la noche en que no alcanzaron a verse ni los enemigos ni sus armas.

    Es lo mas curioso que este lance haya pasado a la tradicion de los vecinos de Chiloé como un combate sério en que los suyos agobiados por el sinnúmero de enemigos tuvieran que retirarse precipitadamente.