Página:Viajes de Fray Francisco Menéndez a Nahuelhuapi.pdf/438

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señaló el sitio en donde estaba, que hablaríamos. Ayer estubo hablando a solas con Mancúuvunay, en su lengua, por lo que solo ellos sabrán lo que hablaron [1]. Se ven muchas humaredas a la


  1. Chulilaquin, talvez para comprobar que estaba ajeno al asalto de anoche, viene al fin a ver espontáneamente a Menendez. No se menciona que haya hecho alusion a aquel suceso grave. No mostró tampoco la menor desconfianza, porque vino con mui pocos compañeros i aun se quedó para dormir como huésped del autor: no era la primera vez que dormia bajo el amparo de jefes españoles, de modo que sabia que podia descansar tranquilo bajo su techo.

    En su trato se mostró bastante codicioso. Su oferta de carne no dejaba de ser conveniente para Menendez quien carecia de este artículo.

    Parece que se habia arrepentido en el interin de su conducta altiva observada al principio i que trataba ahora de correjir esta falta. Le vemos volver a la política puesta en juego con Villarino, de profesar su amor sincero a los cristianos i su obediencia a las autoridades españolas. Esta táctica habia sido tan provechosa para él, que procuró volver a adoptarla en esta nueva situacion en que habia apariencia que el gobierno de España iba a estender su dominio a esta nueva rejion desde Chiloé; esperaba obtener en este lado los mismos favores de que habia gozado en el Atlántico. De esta manera le vemos pedir con encarecimiento ser recomendado a las autoridades de Chiloé, valiéndose exactamente de las mismas protestas i promesas de fidelidad que once años ántes habia hecho a Villarino. Menendez, aunque las estrañara, por no comprender su alcance i oríjen, no deja de consignarlas fielmente.

    El autor no fué a ver al cacique i demostró hasta lo último el recelo, que le inspiraba, por el fuerte destacamento, la mitad de su jente, con que le hizo acompañar al despedirse.

    Tal fué el fin de las relaciones de Menendez con Chulilaquin.

    No poseemos datos sobre la suerte ulterior de este afamado caudillo araucano, cuyo retrato trazado por Villarino i Menendez refleja bien los rasgos característicos de su raza, pudiendo considerarse como un buen tipo de ella, aunque no le hayamos conocido en un lance que pusiera a prueba su valor, virtud que distingue tanto al araucano.

    Chulilaquin, al desaparecer de nuestro horizonte, se hallaba bastante cerca de su antigua residencia i del teatro de sus primeras hazañas. Disponia ahora de una tribu i de conas mas numerosos que en aquella época, de modo que su posicion inspiraba respeto i temor a la vez.

    ¿Sería seguro su porvenir en estas condiciones tan ventajosas?

    No abrigamos gran confianza en que lo fuera, porque habia una nube que oscurecia este cuadro risueño: estaba allí el espectro de la sombra por su ensangrentada de su víctima, el cacique Guchumpilque, asesinado por su