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dad de los estados de la América Latina, debe darse una solucion franca i equitativa a todas las cuestiones que los tengan divididos en el momento en primer lugar a las cuestiones de límites que tienen pendientes con sus vecinos. La urjencia es tan grande que una república, que contribuyera indirectamente a debilitar el poder o bienestar de una hermana suya debe hacer cesar espontáneamente esa actitud nociva, aun cuando le exija un sacrificio de consideracion.

En nuestro cuso la noble República Arjentina deberia dar el primer ejemplo de verdadero civismo i americanismo, concediendo espontáneamente a Chile, a titulo de una compensacion por la cesion incondicional de Nahuelhuapi, los derechos que crea tener sobre los terrenos disputados de la Patagonia, aceptando llanamente la línea trazada por el Perito de Chile en el vértice de la Cordillera austral sobre la division de las vertientes interoceánicas.

Notemos ante todo que esta concesion por grande que pareciera, no es en realidad tan trascendental, porque hecha adelantándose al fallo arbitral cierto modo solo eventual, por cuanto cediera a Chile lo que el Árbitro tal vez iria a adjudicar a este pais. Calculando que huiera iguales probabilidades por cada lado de ser favorecido, su cesion valdria como la mitad del objeto en litijio.

Hemos ponderado las grandes ventajas locales que ofrece la línea chilena, pero los beneficios jenerales, que su aceptacion por la Arjentina reportaria para el bienestar de las Repúblicas latino-americanas, serian mucho mayores aun i de un alcance incalculable. Desde luego los demas Estados, entre ellos Chile tambien, tendrian que seguir el noble ejemplo de la Arjentina, aboliéndose todas las disensiones internacionales i estableciéndose la union tan vivamente anhelada. La Arjentina, que ambiciona a ocupar una posicion preferida en el concierto de las repúblicas hermanas, obtendria por una obra de paz la hejemonía, basada sobre la virtud cívica i el adelanto intelectual i material.

No puedo ménos tambien de figurarme que la sombra del eminente hombre de estado arjentino D. Dalmacio Velez Sarsfield, viendo cumplida la alta mision de su vida de asegurar a su patria la Patagonia entre el Atlántico i la Cordillera, dará desde el pedestal de su estatua en Córdoba, su anuencia para que se deje a Chile en posesion de las vertientes del Pacífico: si fué patriota arjentino, fué tambien hombre de sentimientos americanos, que no habria permitido jamas que se faltara a los preceptos de la equidad internacional. Lo mismo se podrá afirmar de otro procer benemérito de la Arjentina, el ilustre D. Faustino Sarmiento. Los prohombres que se hicieron cargo mas tarde de la defensa de los intereses arjentinos D, Vicente G. Quesada i D. Carlos Tejedor no dudo que se darán por satisfechos tambien con aquella compensacion concedida a Chile.