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piedra, señas de haber dado carena por las astillas i brea, cuerda, zapatos i botijas quebradas, i una olla de bronce, que todas eran señas de haber estado allí estranjeros, que despues se supo que habian sido ingleses... Entre los indios halló sombreros, espadas, gallinas i cosas que no habian en aquella tierra...

"I no hallando por aquella costa na, los españoles que buscaba, que sin duda están entre las cordilleras, volvió otra vez desde al Mar Océano a las faldas de la cordillera nevada, atravesando aquellas campañas i llanuras, que abundan de indios en la distancia que hai de doscientas leguas del mar a la cordillera, enderezando su marcha al término de donde habia salido, que eran los Poyas i guaitecas... I así vino a dar una vuelta en redondo a todas aquellas dilatadas pampas i estandidas llanuras... gastando en esta apostólica mision cuatro meses i medio, bautizando en ella, como dijimos, mas de cuarenta mil almas" [1].

No ha sido difícil identificar las señales inequívocas de la estadia temporal de navegantes, halladas por Mascardi en la costa del Atlántico. Fueron, segun Enrich, las que habia dejado el distinguido marino ingles John Narborough, quien pasó desde principios de abril hasta el 30 de setiembre de 1670 en el puerto de San Julian, con el fin de refrescar la tripulación de sus dos naves i de evitar los rigores del invierno [2]. Con igual fin habian recalado ya antes a este puerto, permaneciendo algunos meses, los célebres circunnavegantes Fernando de Magallanes i Francis Drake. Fué allí que este último hizo ajusticiar, por motivos no bien esclarecidos, a su compañero el noble Tomas Doughthy. Estadias tan largas i sobre todo la reciente de Narborough debian dejar rastros manifiestos i duraderos, tales como se reconocen en la descripcion prolija de Mascardi. No cabe duda pues, que el puerto de San Julian sea el punto, en que Mascardi haya bajado a las playas del Atlántico; su configuracion corresponde bien al "recodo de brazo de este mar" de nuestra relacion. Otras versiones indican como aquel lugar el rio Santa Cruz o el cubo Vírjenes.

No deja de ser un hecho memorable, talvez único, que un punto de recalada en esa costa de los antiguos navegantes haya sido reconocido desde tierra, i es mas estraordinario aun, si se toma en cuenta la enorme distancia que recorrió su descubridor para alcanzarlo.

Nuestro viajero se retiró de esa costa con el sentimiento amargo del desengaño por no haber encontrado "la ciudad de los Españoles" existente en ese punto, segun lo afirmaban los indios, a quienes culpaba de inten-

  1. Rosales, Vida de Mascardi. Hace dilijencia Mascardi por saber de la ciudad de los Césares; i no hallándola, vuelve predicando por las pampas a la cordillera, Amunátegui ibid: p. 162.
  2. De Brosses, Histoire de Navigations aux Terres Australes, edicion alemana 1767, p. 295; Barros Arana, l. c. t. V p. 128.